Salimos temprano para dirigirnos, entre montañas y desiertos enormes, hacia los lados chilenos, llegando bastante cerca a la frontera, para ver un salar pequeño, llamado Chihuana, que no es sal tan pura, sino que viene mezclada ya con un mineral que se utilizaba como detergente para lavar ropa, por ejemplo.
Luego, nos fuimos a ver el volcán Orllagüe (activo, con fumarolas) desde un punto ventajoso, donde pudimos caminar un poco, deleitándonos del paisaje lleno de formaciones rocosas especiales - volcánicas en medio de un desierto ventoso. Además, conocimos una nueva planta, la yareta, que parece suave, pero al tocarla te das cuenta que es dura como una piedra y helada como el hielo, pero por debajo parece ser un tronco - una de esas maravillas que solo se encuentran en lugares maravillosos como un desierto. Ahí aprovechamos para usar el baño del inca - al natural.
También visitamos la Pampa Silioli, que está justo al lado de la frontera chilena - incluso, uno de sus ríos fue desviado por los chilenos hacia el otro lado para poder alimentarse de sus aguas.
Aquí el clima es súper intenso - el sol quema, el viento quema y te desbalancea por completo, pero es helado y se te cala por los huesos. Hay que ponerse full bloqueador y tener suéter caliente y, en algunos momentos, incluso es necesario la jacket paraviento.
Cerca de este desierto, paramos en una formación de esas súper especiales, donde viven unos hermosos conejitos, llamados viscachas, que son de cuerpo grande, con cola larga y color café.
Para no despegarme del tema de las formaciones rocosas, en medio del desierto, gracias a los fuertes vientos e intermitentes huracanes que han sucedido, se han ido descubriendo diversas formaciones rocosas, que a su vez se han ido deformando y erosionando con el mismo viento. Un grupo grande de ellas se encuentra en el parque nacional Eduardo Avaroa, que se puede ubicar gracias a la fomosa formación llamada Árbol de Piedra, que tiene forma de (adivinen a ver si lo logran!) árbol!! Según Don Gregorio, nuestro guía local, no le ve mucho futuro a esta piedra, en unos 7 años seguro que se tumba, ya que él ha visto como, a través del tiempo, se ha ido haciendo más y más pequeño su "tronco". En esta hermoso bosque de piedras, a parte de turistas, se puede uno encontrar las "montañas" pedradas más lindas. Gracias a la ayuda de nuestro amable y paciente guía Rodrigo pudimos subirnos a varias de estas piedras para tener una visión más periférica y amplia del desierto.
Todas las maravillas que ha les he comentado que hicimos, las hicimos mientras recorríamos estos 200 kms desérticos con el fin de conocer las diferentes lagunas altiplánicas, ubicadas todas a alturas que sobrepasan los 4000 msnm. Estas lagunas son bastante sulfúricas, ya que se encuentran en zona de volcanes (hay unos 1000 en toda la zona, aunque la mayoría no están activos). La primera que conocimos se llama Kañapa y se ubica a 4125 msnm. La sorpresa que nos llevamos al llegar aquí fue debido a las especies que viven (y cuando digo viven realmente me refiero a que viven, ya que comen, duermen, se reproducen, etc, ahí mismo) en el lago - flamencos. Flamencos rosaditos y blanquitos y con negro y con picos amarillos y con picos negro y.. Mucho amor de un solo. Allí, pudimos caminar un poco, acercándonos bastante al lago - eso sí, teniendo mucho cuidado de no caerse en el barrial camuflado (obviamente tuvimos una caída oficial, de esas de nalgas sucias!).
Con esta hermosa vista fue que comimos (para comer bajo techo son 20bvs y para usar el baño, 5bvs, pero estaba bien limpio) un delicioso pollo a la milanesa, vegetales y tornillitos de pasta, con naranja y bombón de postre (nuestro guía local, Gregorio, nos chinos montones).
Luego, visitamos las lagunas Chiar Kotta y Honda (debido a que se puede apreciar bien su profundidad por el color del agua). Aquí, había que cuidarse del viento, puesto que podía uno volarse fácilmente.
De ahí, nos movimos a unos 5kms, donde estaba nuestro hotel - con habitaciones y baños compartidos, pero no está tan lleno así que nos tocó una habitación para nosotros cuatro. Este hotel no es de sal, pero sí de adobe, así que es una nueva experiencia también. Dicen que en esta zona, en invierno, llega a -20 grados por las noches; por dicha nosotros vinimos en verano que solo llega a -5 o -7 (*se pone toda la ropa que trae en la valija para no morir congelada*).
Tomamos un matecito, descansamos un rato y luego fuimos a cenar - Don Gregorio nos tenía de sorpresa un delicioso vinito boliviano para acompañar la cena. Así que, los 6 (nosotros 4, Gregorio y Rodrigo), pudimos brindar por un lindisimo paseo, con unos excelentes guías, una preciosa familia de compañía y unas maravillosas vistas.
Luego de alistar todas las cosas para mañana (salimos muuuuy temprano), nos acostamos a dormir, listos para más aventuras y más belleza natural que se esconde en este precioso desierto.
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