sabato 26 dicembre 2015

Despedida de Bolivia

A media noche, con un frío que solo puede ser típico de un verano sureño, salimos con nuestras valijas empacadas y jackets bien puestas hacia la van donde nos esperaban Johnny (nuestro chofer oficial) y Raúl (quien nos organizó todo el viaje - si alguna vez viajan a Bolivia, se los recomiendo a ojos cerrados) para llevarnos al aeropuerto. Tengo, oficialmente, el corazón en la garganta - realmente no quiero dejar este bellísimo país, lleno de sorpresas, bellezas naturales y riqueza cultural. Sé que me llevo todo esto dentro de mi pero me duele aún así alejarme, a pesar de que sea sólo por un tiempo. 

Llegamos al aeropuerto con casi tres horas de anticipación, porque somos así de especiales y precavidos como familia, para encontrarnos con que las oficinas de Avianca estaban cerradas. Este es mi segundo vuelo con Avianca y, a pesar de que salen más baratos y accesibles los vuelos, con escalas lógicas, siempre hace algo que termina decepcionándote. No es una mala aerolínea, pero siempre tiene este tipo de cosas que simplemente no deberían suceder (la vez pasada me cancelaron dos vuelos seguidos, dejándome atrapada en Bogotá casi un día completo). 

Cuando finalmente llegó el personal, agradecimos haber hecho el pre-chequeo en línea, pues logramos saltarnos toda la fila. Sin embargo, no fue tan útil a final de cuentas, ya que nos tocó esperar alrededor de media hora (peleando el campo con unas chinas que no tenían ni media idea de lo que pasaba) para que llegara el persona de migración. Oh, Latinoamérica, nunca dejarás de sorprenderme. 

Luego de las esperas y debidos controles, estábamos listos para tomar nuestro vuelo de las 330am, que nos llevaría de La Paz a Bogotá (nuevamente hago escala en el famoso aeropuerto de las drogas), en cuál pude dormir solamente una hora, a pesar del sueño que tenía. Por dicha, había buenas películas para ver y aproveché para ver Little Boy (llorar a la mil quinientos). 

Ahora, estamos en El Dorado y esperamos el vuelo para Costa Rica. 

Despedida de Bolivia

A media noche, con un frío que solo puede ser típico de un verano sureño, salimos con nuestras valijas empacadas y jackets bien puestas hacia la van donde nos esperaban Johnny (nuestro chofer oficial) y Raúl (quien nos organizó todo el viaje - si alguna vez viajan a Bolivia, se los recomiendo a ojos cerrados) para llevarnos al aeropuerto. Tengo, oficialmente, el corazón en la garganta - realmente no quiero dejar este bellísimo país, lleno de sorpresas, bellezas naturales y riqueza cultural. Sé que me llevo todo esto dentro de mi pero me duele aún así alejarme, a pesar de que sea sólo por un tiempo. 

Llegamos al aeropuerto con casi tres horas de anticipación, porque somos así de especiales y precavidos como familia, para encontrarnos con que las oficinas de Avianca estaban cerradas. Este es mi segundo vuelo con Avianca y, a pesar de que salen más baratos y accesibles los vuelos, con escalas lógicas, siempre hace algo que termina decepcionándote. No es una mala aerolínea, pero siempre tiene este tipo de cosas que simplemente no deberían suceder (la vez pasada me cancelaron dos vuelos seguidos, dejándome atrapada en Bogotá casi un día completo). 

Cuando finalmente llegó el personal, agradecimos haber hecho el pre-chequeo en línea, pues logramos saltarnos toda la fila. Sin embargo, no fue tan útil a final de cuentas, ya que nos tocó esperar alrededor de media hora (peleando el campo con unas chinas que no tenían ni media idea de lo que pasaba) para que llegara el persona de migración. Oh, Latinoamérica, nunca dejarás de sorprenderme. 

Luego de las esperas y debidos controles, estábamos listos para tomar nuestro vuelo de las 330am, que nos llevaría de La Paz a Bogotá (nuevamente hago escala en el famoso aeropuerto de las drogas), en cuál pude dormir solamente una hora, a pesar del sueño que tenía. Por dicha, había buenas películas para ver y aproveché para ver Little Boy (llorar a la mil quinientos). 

Ahora, estamos en El Dorado y esperamos el vuelo para Costa Rica. 

venerdì 25 dicembre 2015

Últimos días - La Paz

Estos dos últimos días nos los tomamos con toda la calma del caso, pidiendo pizza de almuerzo, durmiendo siesta luego del desayuno y del almuerzo, viendo películas tontas, leyendo montones... 

El 24 en la noche fuimos invitados a la casa de la familia Araujo Crespo, donde pudimos vivir una Navidad boliviana en familia. La cena (típica de esta época, picana, sopa con papa (obvio), , elote, zanahoria y tres tipos diferentes de carnes) la tomamos antitos de media noche, para que, a las 12 en punto, ya hubiéramos terminado de comer para poder proceder a hacer el brindis (recomiendo no quebrar copas, como lo hice yo, en casas donde te han invitado a comer) con champán rosado, leer un pasaje especial de la Biblia y hacer una oración al niñito Jesus. Luego de eso, comimos el postre (créme brulée, mousse de chocolate y una crema de café), esperando a los que faltaban del clan Crespo para poder abrir los regalos. 

Nos encantó poder compartir con esta lindisima y divertidisima familia la noche buena, donde nos adoptaron ya como sobrinas y sentimos ese calor familiar especial. Nos encantó también la comida - excelente como siempre - y la tradición navideña de celebrar a "jesusito", como se debería hacer realmente. Nos encantó poder compartir esta noche tan especial, sintiéndonos en familia, riéndonos con historias familiares y hablando de todo un poco - situación mundial, el bellísimo país donde viven y que pudimos recientemente conocer, comida, tradiciones, perros, gatos, cobijas que se deben calentar en invierno... Por siempre guardaremos en nuestros corazones esta noche y a esta familia, gracias infinitas. 

El 25 nos despertamos muy tarde (eso de volver a la casa a las 4:30am no nos va mucho a los Orozco Odio), desayunamos, vimos una película, nos volvimos a dormir, almorzamos y empacamos. Nos sentimos profundamente tristes de tener que irnos, pero profundamente felices de haber conocido este país tan hermoso, tan lleno de maravillas culturales y naturales, de haber conocido y compartido con gente tan especial y listos para poder regresar en el momento que se vuelva a presentar la oportunidad. Siempre esto es triste, dejar un lugar que uno llega a querer tanto, pero el sentimiento es ambiguo - hay mucha felicidad de haber venido, de haber generado nuevos recuerdos tan especiales, de haber visto tantas cosas nuevas y listas. Simplemente, gracias Bolivia, por acogernos de esta manera y permitirnos conocerte aunque sea así de poco. Prometo que volveremos. 




mercoledì 23 dicembre 2015

Día 17 - La Paz

Hoy, como mencioné anteriormente, nos la tomamos con calma, empezando la mañana tarde y descansando bastante. Una vez de vuelta en nuestro apartamento (si alguna vez vienen a La Paz, pregúntenme para darles los datos de este bello apartamento!), con una tanda de ropa en la lavadora, salimos dirigiéndonos hacia la Calle de las Brujas, para comprar algunos recuerditos y regalitos bolivianos. Ahí mismo nos tomamos un cafecito y comimos un sandwichito como almuerzo tardío. Luego, visitamos la Iglesia de San Francisco, que no habíamos tenido oportunidad de ver aún. 






Cuando por fin logramos conseguir un taxi (había muchísima presa y muchísima gente allí en el centro debido a la fecha), fuimos al súper para comprar cositas para el desayuno y volvimos al apartamento a descansar y terminar de lavar ropa. Definitivamente fue un día de descanso. 

Día 16 - Uyuni

Eran las 4:30 am, el cielo estaba completamente estrellado (vía láctea visible incluso), la temperatura era de unos -5 grados centígrados y ya los Orozco Odio estábamos cambiados (solo cambiados y no bañados, obvio, pues el agua estaba más fría que la temperatura ambiente), con la valija empacada y sentados desayunando unos deliciosos pancakes/arepas, tomando chocolate caliente/té/café, listos para salir a un nuevo día de emocionantes aventuras. 

Empezamos manejando como una hora para poder llegar a una altura de 4900 msnm, donde se encuentran los cráteres volcánicos, o géiseres, de la zona. Estos se encuentran de número 5 en el planeta y número 1 en cuanto a altura. Esta zona, al ser tan volcánica (como 1000 volcanes en la zona, como mencioné anteriormente) tiene muchísima actividad geotérmica, sin embargo aún no es aprovechada; hay planes desde hace años de hacer una planta, incluso el ICE ha ido a hacer estudios de factibilidad, pero no se ha logrado llevar a cabo. Los famosos géiseres llevan el nombre de Sol de Mañana, ya que se pueden observar, de manera mucho más hermosa, con el sol del amanecer (he ahí la razón de la salida tan temprano). 

Fue impresionante ver la actividad planetaria sucediendo allí, justo debajo de nuestros pies, la combinación de olor a huevo duro podrido, el frío de la mañana, el calor del vapor blanco que sale del centro de la tierra y que sube infinitamente hasta el cielo, la masa grisácea que burbujea en su calentura por salir y vuela reclamando su espacio, el amanecer brillando a través de las nubes y las personas... A pesar del congelante frío, los fotógrafos de la familia nos dimos gusto capturando estos momentos, pero también había momentos en que solo había que detenerse y volver a mirar a nuestro alrededor para poder disfrutar del hermoso y extraño paisaje. 






Luego, nos dirigimos hacia la última laguna altiplánica, ya muy cerca de las fronteras con Chile y Argentina, la Laguna Verde. Para llegar ahí, se pasa también la Laguna Blanca, pero, por la hora, no se veía realmente blanca. Además, están las lagunas Amarilla y Morada, pero del lado chileno. Antes de llegar a esta última laguna mágica, se pasan varios desiertos con vista a diversos volcanes, como el Likankabur, que queda justo detrás de esta laguna, y el volcán Putana. 


Esta laguna se ve verde solo cuando el sol le pega de cierta forma y, cuando llegamos, estaba un poco nublado, por lo que tuvimos que esperar un poco para poder ver el efecto verdoso mágico de esta laguna. 



Visitamos también el llamado desierto de Dalí, por sus formas extrañas; aunque su nombre oficial es el Pampa Jara. 


Luego, nos bañamos en unas deliciosas aguas termales frente al salar Chalviri, con flamencos bañándose detrás nuestro. Nos tocó ir prácticamente solos a estas deliciosas aguas calientitas (como a unos 30 grados) gracias a la experiencia y sabiduría de nuestro querido chofer/guía de la zona - Don Gregorio, aparte de chinearnos montones, se conoce los horarios de todos los tours, así que nos llevó en el momento en que todos los demás turistas andaban por otro lado. Bañarse aquí fue todo un merecido descanso, viendo la hermosa vista, disfrutando del agüita caliente y negándonos a salir aún al polvoriento frío de afuera. 



De ahí, empezamos la manejada eterna en ruta de vuelta a Uyuni, pasando por campos con vicuñas, campos con llamas (y ríos, mágicamente), pueblitos abandonados en medio de la nada (en uno de ellos comimos, en Villa Mar) y vastos campos desérticos que parecen no agotarse jamás. 




De camino, hicimos una parada en el Valle de las Rocas - nuevamente un bosque de formaciones rocosas impredecibles en medio de la nada, descubierto y formado por años de años de viento desértico. 






(Foto con zoom para efectos gráficos. Eso que se ve ahí medio escondido al lado derecho (si se ve de frente) de Cristina soy yo). 


Así como el viento sopla en el desierto y moldea las piedras y las montañas y determina los afluentes de los ríos y cambia los caminos de los carros, lo mismo hace con tus heridas, las sana, las limpia y ayuda a cicatrizar; no se van a ningún lado, siguen siendo parte tuya, pero ya no duelen, ya no están ásperas, al igual que las rocas, antes porosas, ahora están lisas de donde el viento las pule. 

Eso sí, hay que tener cuidado con este potente viento arenoso, pues maltrata después de su prolongada exposición las fosas nasales, los ojos, los pulmones y las gargantas. Es recomendado el uso de anteojos de sol, bandasnas para cubrirse la nariz y una buena disposición y paciencia. Así mismo, tu pelo puede sufrir las consecuencias, para esto no queda otra más que aguantárselo y decir "a mí que me importa, ¡vean donde estoy!" 

Seguimos nuestro camino con mucha paciencia, buena música (auspiciada por la mejor hermana que jamás existió), buen chapstick (Carmex resultó mejor que el Neutrogena) y muy buenas vistas. En total, hoy recorrimos poquito menos de 500 kms. 




Luego de unas cuantas horas, cuando ya teníamos a la vista el pequeño pueblo de Uyuni, don Gregorio, seguro extrañando las calles empolvadas del desierto, se desvió de la calle principal a un campo de tierra, por donde manejó un par de minutos para llevarnos a un cementerio de máquinas de tren. Estos vagones m, grúas, máquinas, rieles, etc, están abandonadas desde los 80's después de unos 100 años de funcionamiento para conectar diversas partes del país (incluida la capital) y ciertos pueblos chilenos y argentinos. Se utilizaba principalmente para mover mineral (también aquí en Uyuni había minas de plata, zinc y azufre) pero el sistema que utilizaba (uno ingles) requería que se le recargara agua cada 200 kms y, con las extensísimas distancias que separan todo en este enorme país, no salía para nada rentable. Así que ahora están allí, abandonadas, preservadas gracias al clima seco y frío predominante de las zonas altiplánicas. 






Ya una vez en el tranquilo pueblo de Uyuni, nos comimos una pizza (ya volvimos al trato apático de algunos de los meseros bolivianos; eso sí que no lo extrañaba) y fuimos a esperar a la terminal (en realidad a la oficina, porque no hay terminales oficiales de bus, a pesar de la increíble cantidad de turismo que llega a la zona) a que saliera nuestro bus con destino a La Paz, que viajaba durante unas 10 horas, sin paradas, para llegar a la no-capital-pero-sí-ciudad-más-importante a las 6 am. Este bus contaba con asientos súper reclinables, facilitando un poco el descanso. 

En la madrugada, nos esperaba cerca de la (no) terminal nuestro querido chofer, Johnny, para llevarnos a un hotel (Rendez Vous, muy bonito, céntrico y cómodo) mientras esperábamos a poder ir a nuestro departamento aquí en La Paz (que está listo para entrar a horas de la tarde), donde nos pudimos bañar y lavar deliciosamente el pelo, dormir un rato u desayunar un delicioso plato de frutas. 

Fue un poco impactante volver a la ciudad, ver carros, presas, edificios altos, después de tantos días de ver vastos campos desérticos, con solo montañas al fondo, respirando aire puro (aunque empolvado), sintiendo la vida de la naturaleza en tus venas. Pero, a pesar de no estar más ahí, haré lo mismo que con el Chirripó: lo llevaré dentro de mi, llevaré conmigo el desierto adonde quiera que vaya, sintiendo su infinita calma en los momentos que sea necesario. De nuevo, gracias universo por tener maravillas que nos compartís. 

Ya con energías recargadas, veremos qué nos depara este nuevo día. 



Día 15 - Uyuni

Si alguna vez pensaron que en el salar de  Uyuni, lo único que uno hace es ver la parte desértica con sal y el reflejo cuando llueve y los hexágonos de sal y la parte lisa y ya, se equivocaron. Hay mucho, mucho, muchísimo más que eso en esta hermosa y enorme zona. Hoy, en total, recorrimos unos 200kms más, entre montañas, volcanes, nubes, rastros de meteoritos, arenas, lagos, pura magia andina. 


Salimos temprano para dirigirnos, entre montañas y desiertos enormes, hacia los lados chilenos, llegando bastante cerca a la frontera, para ver un salar pequeño, llamado Chihuana, que no es sal tan pura, sino que viene mezclada ya con un mineral que se utilizaba como detergente para lavar ropa, por ejemplo. 



Luego, nos fuimos a ver el volcán Orllagüe (activo, con fumarolas) desde un punto ventajoso, donde pudimos caminar un poco, deleitándonos del paisaje lleno de formaciones rocosas especiales - volcánicas en medio de un desierto ventoso. Además, conocimos una nueva planta, la yareta, que parece suave, pero al tocarla te das cuenta que es dura como una piedra y helada como el hielo, pero por debajo parece ser un tronco - una de esas maravillas que solo se encuentran en lugares maravillosos como un desierto. Ahí aprovechamos para usar el baño del inca - al natural. 





También visitamos la Pampa Silioli, que está justo al lado de la frontera chilena - incluso, uno de sus ríos fue desviado por los chilenos hacia el otro lado para poder alimentarse de sus aguas. 




Aquí el clima es súper intenso - el sol quema, el viento quema y te desbalancea por completo, pero es helado y se te cala por los huesos. Hay que ponerse full bloqueador y tener suéter caliente y, en algunos momentos, incluso es necesario la jacket paraviento. 

Cerca de este desierto, paramos en una formación de esas súper especiales, donde viven unos hermosos conejitos, llamados viscachas, que son de cuerpo grande, con cola larga y color café. 

(Ahí está el conejin pero no se ve, mostraré fotos luego)

Para no despegarme del tema de las formaciones rocosas, en medio del desierto, gracias a los fuertes vientos e intermitentes huracanes que han sucedido, se han ido descubriendo diversas formaciones rocosas, que a su vez se han ido deformando y erosionando con el mismo viento. Un grupo grande de ellas se encuentra en el parque nacional Eduardo Avaroa, que se puede ubicar gracias a la fomosa formación llamada Árbol de Piedra, que tiene forma de (adivinen a ver si lo logran!) árbol!! Según Don Gregorio, nuestro guía local, no le ve mucho futuro a esta piedra, en unos 7 años seguro que se tumba, ya que él ha visto como, a través del tiempo, se ha ido haciendo más y más pequeño su "tronco". En esta hermoso bosque de piedras, a parte de turistas, se puede uno encontrar las "montañas" pedradas más lindas. Gracias a la ayuda de nuestro amable y paciente guía Rodrigo pudimos subirnos a varias de estas piedras para tener una visión más periférica y amplia del desierto. 





Todas las maravillas que ha les he comentado que hicimos, las hicimos mientras recorríamos estos 200 kms desérticos con el fin de conocer las diferentes lagunas altiplánicas, ubicadas todas a alturas que sobrepasan los 4000 msnm. Estas lagunas son bastante sulfúricas, ya que se encuentran en zona de volcanes (hay unos 1000 en toda la zona, aunque la mayoría no están activos). La primera que conocimos se llama Kañapa y se ubica a 4125 msnm. La sorpresa que nos llevamos al llegar aquí fue debido a las especies que viven (y cuando digo viven realmente me refiero a que viven, ya que comen, duermen, se reproducen, etc, ahí mismo) en el lago - flamencos. Flamencos rosaditos y blanquitos y con negro y con picos amarillos y con picos negro y.. Mucho amor de un solo. Allí, pudimos caminar un poco, acercándonos bastante al lago - eso sí, teniendo mucho cuidado de no caerse en el barrial camuflado (obviamente tuvimos una caída oficial, de esas de nalgas sucias!). 






Durante todo este recorrido, nos ha pasado lo mismo; vemos algo, pensamos en lo hermoso que es, nos movemos 100m, vemos algo aún más lindo. No entendemos aún cómo es eso posible, pero creo yo que es la magia andina y altiplánica aquí escondida. Con el siguiente lago nos pasó lo mismo. Si pensamos que Kañapa había sido hermoso, con sus flamencos rosaditos, no teníamos idea de lo que nos esperaba en la laguna Hedionda (su nombre se debe a el olor sulfúrico que expide). Kilómetros de laguna celeste y verde, con montañas flanqueando detrás, con miles de puntitos rosados moviéndose. Caminamos a lo largo de esta laguna un rato, deleitándonos de esta maravilla de mundo, incapaces de comprender cómo existen lugares tan mágicamente lindos y cómo es posible que no los hubiéramos visitado antes. 




Con esta hermosa vista fue que comimos (para comer bajo techo son 20bvs y para usar el baño, 5bvs, pero estaba bien limpio) un delicioso pollo a la milanesa, vegetales y tornillitos de pasta, con naranja y bombón de postre (nuestro guía local, Gregorio, nos chinos montones). 

Luego, visitamos las lagunas Chiar Kotta y Honda (debido a que se puede apreciar bien su profundidad por el color del agua). Aquí, había que cuidarse del viento, puesto que podía uno volarse fácilmente. 



Para cerrar el día con una cereza encima del pastel, nos llevaron a conocer la hermosa laguna Colorada, la cual hay que visitar a ciertas horas, puesto que su color rojizo se da gracias a las algas marinas rojizas que viven allí dentro, por lo que es necesaria cierta luz. Esta es la cereza en el pastel porque es la laguna más grande y linda de las que visitamos hoy, con una población enorme de flamencos. Ellos han tenido ciertos problemas este año con sus polluelos, ya que hay poca comida, poca agua (estos lagos están más secos que en años anteriores debido a la escasa lluvia últimamente) y el frío se extendió más de lo esperado, así que no han sobrevivido muchos; tristemente, los polluelos están a la orilla del lago, donde la "marea" y el viento los han llevado. Sin embargo, hay una grande y sana población de flamencos en este lago, felices, revoloteando, alimentándose. Es increíble lo maravilloso que es este mundo, las bellezas que en él se encuentran y lo feliz que es poder ir a visitarlas. De nuevo, le digo gracias al universo por prestarnos y permitirnos deleitarnos con estas maravillas. 





De ahí, nos movimos a unos 5kms, donde estaba nuestro hotel - con habitaciones y baños compartidos, pero no está tan lleno así que nos tocó una habitación para nosotros cuatro. Este hotel no es de sal, pero sí de adobe, así que es una nueva experiencia también. Dicen que en esta zona, en invierno, llega a -20 grados por las noches; por dicha nosotros vinimos en verano que solo llega a -5 o -7 (*se pone toda la ropa que trae en la valija para no morir congelada*). 



(La luna se ha portado excelente con nosotros, muy muy presente y cuidándonos montones) 

Tomamos un matecito, descansamos un rato y luego fuimos a cenar - Don Gregorio nos tenía de sorpresa un delicioso vinito boliviano para acompañar la cena. Así que, los 6 (nosotros 4, Gregorio y Rodrigo), pudimos brindar por un lindisimo paseo, con unos excelentes guías, una preciosa familia de compañía y unas maravillosas vistas. 



Luego de alistar todas las cosas para mañana (salimos muuuuy temprano), nos acostamos a dormir, listos para más aventuras y más belleza natural que se esconde en este precioso desierto.