mercoledì 23 dicembre 2015

Día 14 - Uyuni

Hoy salimos de nuestro seguro y tranquilo hotel en Potosí temprano en la mañana sin saber que el día nos repararía un mundo de nuevas y locas aventuras. Salimos temprano y recorrimos unos 200kms, pasando montañas, parajes desérticos, grupitos de llamas y de vicuñas (familia de las llamas), para llegar al pueblo de Uyuni, vecino, obviamente, del famoso salar de Uyuni. 




En este pueblito nos esperaba nuestro guía con su carro - una toyotona, el carro oficial de la zona -, compramos snacks y papel higiénico y nos montamos al carro para ir al mercado y museo de sal; allí mismo pudimos ver una casa donde aún se produce la sal de manera artesanal. Además de apreciar esta producción de sal, pudimos ver artesanías hechas en este material y nos animamos a comprar una llama salada - ¡a ver cómo nos la ideamos para que sobreviva a la humedad de Costa Rica! Todas las edificaciones aquí están hechas con bloques de sal. Sí, así como lo oyen. Bloques de sal. 






De ahí, manejamos un poco más, adentrándonos ya en el salar, para tomar unas fotos e ir a comer. Es impresionante ver que está el carro moviéndose entre sal - la transición comienza desde tierra, así que es hasta después de un rato que te das cuenta que se ve como nieve sucia y que brilla un poco. Aquí es el paraíso de los 4x4, especialmente las toyotonas, ya que son las que tienen la altura y la potencia para andar sobre esta capa mágica de nieve-sal de manera cómoda. De camino, nos detuvimos a ver los montículos de sal y los ojos de agua. 





(Nuevo en el bucket list, por si acaso) 



Esta zona, por si no lo sabían, es también conocida por el Dakar, que empieza en Argentina y pasa por el salar, que comienza ya en enero, por lo que hay mucha decoración relacionada con este tema. 





Comimos en un local (hecho de sal, obvio) que comparten entre todos. La idea aquí es que cada guía trae la comida preparada para su grupo (no se puede entrar sin guía local, puesto que es muy fácil perderse dentro de este desierto salado), la alista y la dispone en una mesa (hecha de sal, obvio) dentro de este local. Aquí compartimos con nuestro guía, Rodrigo, nuestro chofer, Johnny, y nuestro guía local, Gregorio. Luego de comer (ensalada de tomate, pepino, chile dulce y queso, quinua, carne de llama), nos despedimos por estos días de Johnny, a quien volveremos a ver en nuestro regreso a La Paz. 


De aquí, nos adentramos aún más en el desértico salar, viendo algunas montañas que parecen flotar y el cielo unirse de manera infinita con la sal. Nos detuvimos a ver las formaciones hexagonales de la sal y más tarde cuando la sal está completamente lisa. Hay algo maravillosamente mágico de un desierto salado, una magia que posee dentro y que se cala por entre tus huesos para quedarse allí enraizado. Es como que toda su inmensidad, su infinita calma, decide irse con vos a pasear y, donde sea que volvás a ver, no hay más que infinita e inmensa tranquilidad. Este salar tiene unos 11 mil kilómetros cuadrados (ya entienden mi redundancia con lo del infinito y lo inmenso, no?) y se encuentra a unos 3670 msnm, haciéndolo el desierto más alto del mundo. 





(Ojo de agua en medio del camino) 










Cada metro que nos adentrábamos en el desierto, me sorprendía de lo lindo que era, exclamando sobre su magia y su belleza. No podía creer que, más adentro, encontraría lugares aún más lindos.

En medio del salar (que antes era mar) se encuentran unas 20 islas, las cuales poseen características muy peculiares, como lo es que su formación rocosa sea volcánica y coralina. Sí, así como lo oyen, corales a más de 3000m de altura. Una de estas islas, la Inkahuasi (o Casa del Inca, en quechua), se puede recorrer, pagando una entrada de 30 bolivianos (que te da acceso a utilizar el baño!) y se puede subir hasta la cima y recorrer sus caminos rocosos, flanqueados de cactus de más de 8m de altura (años de años de aaaaaños de crecimiento). 











(Los machos son los que solamente crecen hacia arriba y las hembras son aquellas que tienen como brazos) 

Luego, recorrimos mucho rato más, deleitándonos de la vista, pasando por sal y luego por desierto puro, hasta llegar al pueblo de San Juan, al otro lado totalmente del salar (como a unos 200km de distancia de donde iniciamos el recorrido), donde de encuentra nuestro hotel (adivinen de qué está hecho!?), donde nos tomamos un matecito (dos, en el caso de mami y mío), vimos el atardecer, nos duchamos (tiene energía solar, por lo que, para bañarse con agua caliente, aparte de pagar los 10 bolivianos, hay que hacerlo por la tarde y no por la mañana) y cenamos (sopita, pollo y plátano maduro). Las mesas, las camas, el pasillo, todo, está hecho de sal (por si no habían adivinado), lo cual resulta bastante entretenido (en el caso de las sillas es entretenido solamente los primeros 20 minutos que estás ahí sentado, ya luego no es tan lindo). 





(Pasillo) 


(Cama)



Este hotel nos recuerda en sentimiento a Chirripó - todos compartiendo sin importar de dónde sos, embarcándote en una nueva y loca aventura, conociendo un poco más del mundo y de vos mismo. 

Terminamos la noche, encima de nuestras camas de sal, llenos de felicidad y calor en el alma (la sopa y la ducha de 10bvs ayudó!), con la certeza de que ahora somos más grandes y completos, gracias la magia del salar que ahora llevamos dentro de nuestras almas. 


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