Hoy terminamos de conquistar Londres de la mejor manera posible, nos fuimos en metro a Buckingham Palace (ok, metro: épico. Un poco caro pero hay opciones de day travelers. Nunca tomen el busito turístico en ningún lado. ¡He dicho!) porque, averiguando, nos dimos cuenta que el cambio de guardia se efectuaba de día de por medio y justo nos tocó ese día. Así que media hora antes de que empezara el show, estábamos ahí, de pie frente a la calle principal (sí logran ir, busquen estar frente a los portones que van hacia dentro), desde donde admiramos la marcha de los caballos más guapos y cuidados del mundo (hasta tenían la cola perfecta!), de los soldados (?) con los mega sombreros y de la banda. Es bastante impresionante ver ese espectáculo, especialmente por lo famoso que es. Saber que uno está viendo justamente eso es súper impactante.
De ahí nos fuimos a la Abadía Westminster, a ver si por fin lográbamos entrar. Después de pagar la entrada (de nuevo los descuentos de estudiante, yay!!) entramos a un lugar un poco tenebrosamente de ensueño. Sigo sin poder describirlo mejor que una iglesia que se ha convertido en cementerio. Es donde esta enterrado todo aquel que ha sido impotante, lords, reinas, reyes, etc. Incluso conocí (la tumba) de la reina Elizabeth I. Debo decir que es impresionante, de esos lugares con los que se te aprieta el pecho al verlos.
(Hay pocas fotos porque solo en unas partes se permite fotografiar)
Muertos de hambre y con ganas de un buen fish and chips nos fuimos a la Torre de Londres, donde ya sabíamos que vendían. Después de comérnoslo viendo la hermosa vista de la torre, nos fuimos al hotel por las cosas, para ir a la estación a comprar té (real, a una tienda enorme especializada únicamente en té. Morí solo un poquito) (miento, morí montones) y, con el corazón hecho un puñito, tomar el tren de vuelta a París.
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